martes, 29 de septiembre de 2009

No dejes que me aburra


Proponme un reto, muéstrame un camino, enséñame a vivir con otro punto de vista.


Elígeme un vestido, búscame un destino, ponme un objetivo.


Algo para que la vida no sea caminar de puntillas, para que cada mañana me despierte con una sonrisa.


No mates mi curiosidad, mi energía. No dejes que piense que no tengo nada que ofrecerte.


Hazme pensar, descubre mis errores, no dejes que me consuma.


Si quieres que siga a tu lado, no dejes que me aburra.



lunes, 14 de septiembre de 2009

Deja de llorar



Hace unos días un amigo me soltó esta frase a bocajarro, y me dejó sin respiración, como si me hubiesen dado un puñetazo en el estómago.


Me dejó sin respiración por varios motivos que voy a tratar de analizar.


En primer lugar porque esa frase es mía. No recuerdo las veces que se la habré dicho a alguno de los que considero mis amigos. Y tampoco recuerdo las veces (muchas más) que no se la he dicho a alguien a quien no considero tan amigo como para decírsela. Siguiendo esta regla de tres, esto me une aún más a mi amigo, y aunque ya sé lo unidos que estamos, siempre reconforta volver a comprobarlo.


En segundo lugar porque me di cuenta de lo dura que es la frase, y del efecto tan letal que tiene. Siempre que la he dicho ha sido con la intención de vapulear el alma del que la recibe, y ahora sé que tiene justamente ese efecto. Sin anestesia. Entra directa a matar y lo consigue. Mata la rutina, la desgana, la inercia y la apatía con la misma facilidad con que matarías un mosquito que se te ha posado en el brazo, sin darle mayor importancia.

Y en tercer lugar porque mi amigo tiene razón. Esto es lo peor de asumir, pero una vez que lo haces es cuando la frase comienza a actuar. Vuelves a respirar, la sangre te hierve por dentro, te das cuenta de lo inútil que es quejarse de algo que tiene solución si no la pones en práctica, de lo inútil que es quejarse de algo que no tiene solución si no asumes que no la tiene, y de lo inútil que es quejarse de cualquier cosa delante de un amigo en vez de aprovechar el tiempo compartido.


Vuelves a ver las cosas desde lejos, las sopesas, las superas, te plantas delante de ellas…

...y vuelves a actuar.

¿Y a mi amigo? Sólo le puedo decir una cosa:


Gracias: he dejado de llorar.