Cuando sólo te apetece llorar, aunque no estés necesariamente triste.
Si lo que quieres es gritarle al mundo que te aburres, que estás cansada.
Cuando la solución parece ser esconderte debajo de las sábanas y olvidarte de pensar.
Y dejar que pase el tiempo. Las horas. Los días.
Sólo unas horas.
Sólo dos días…
Desear llenarte de energía y de nuevo gritarle al sol que te espere, que ya vas. Volver a tener ganas de que tu sonrisa compita con su luz. Cerrar los ojos un instante y decir: “ya está, ya pasó…”
Soltar dos lagrimones. Sentir esa fuerza que renace de las cenizas de un corazón abatido.
Intuir la salida.
Respirar hondo, abrir los ojos, mirar al frente…
… ¡y sonreir!