sábado, 28 de agosto de 2010

Elijo la incertidumbre



Elijo dar cada paso sin mirar a los dos lados antes de cruzar. Me quedo con la ruleta, marco mis cartas y las echo al mar.
Apunto al cielo, disparo la flecha y me siento a esperar. Y si vuelve el boomerang lo vuelvo a lanzar.
Me muero de miedo, tiemblo en silencio, cierro los ojos, finjo que no tiemblo, olvido que temo, olvido lo que veo y vuelvo a mirar.
Elijo no saber qué va a pasar, abro la mano, me uno a los ciento volando y elijo la libertad.

El espejo



Me miro en el espejo y sé lo que quiero ver, así que me disfrazo de mí misma para ver exactamente aquello que deseo, para ni por un instante dar otra imagen que la que espero.
Me retoco el maquillaje de autoestima, unos toques de fortaleza y ya estoy lista… otro día más preparada para dar la cara.
Si mirase con más detalle me vería de verdad, pero ¿a quién le interesa? Ni siquiera yo quiero ver mis flaquezas, así que echo una última mirada y salgo a ofrecer al mundo lo que no soy.
Y todos tan contentos.

lunes, 16 de agosto de 2010

Marketing empresarial


Ésta es mi particular visión del artículo El marketing como estrategia, de Antonio Alcocer.

A ver si lo he entendido…
La finalidad de una empresa es hacer feliz a un montón de gente. Ese montón de gente incluye a mis clientes y me incluye a mí. Si me rodeo de un montón de gente feliz, yo también seré feliz, así que en definitiva la cuestión se reduce básicamente a los clientes.
Es decir, si yo tengo una empresa, ofreceré mi producto pensando en los gustos de toda esa gente, e intentaré demostrarles que si se convierten en mis clientes, serán más felices. Para ello emplearé las estrategias de marketing.
Primero debo analizar bien mi entorno para ver qué personas son aptas para ser clientes míos, es decir, a qué tipo de personas puedo hacer felices con alguno de los productos que ofrezco en mi empresa.
Una vez definidos los posibles clientes, debo asociarlos a los productos correspondientes, es decir, debo clasificarlos en función de sus expectativas para tratar de asignarles aquel o aquellos de mis productos que les satisfarán más plenamente. A continuación he de buscar la forma de hacerles ver que tengo algo que ofrecerles, y que les va a gustar. Creo que esto siguen siendo estrategias de marketing.
Por otro lado está la competencia. Actualmente hay mucha gente haciendo muchas cosas, así que tengo dos opciones: hacer lo mismo que los demás pero mejor, o hacer algo que no haga nadie. Lo ideal sería cumplir ambos objetivos. Con imaginación y ganas de hacer las cosas bien me veo capaz de conseguirlo.
En definitiva creo que se trata de mimar a mi cliente: antes de que lo sea para que se decida por mi empresa y no por otra, cuando está a punto de serlo para ayudarle a dar el paso definitivo, y, por supuesto, cuando ya lo es para que se quede conmigo.
Además, tengo que comunicarme con él. Definitivamente esto son las estrategias de marketing (creo…). Me explico:
Cuando aún no me conoce, he de darme a conocer, pero he de hacerlo de la forma que a él más le llegue, no siempre sirve plantarme delante de sus narices y decirle: “¡eh!, ¿No me ves? ¡Tengo este producto que te va a encantar!”. Deberé analizar sus costumbres, su entorno, sus gustos… e introducirme de forma sutil en ellos para que se fije en mí y le llegue mi mensaje.
Una vez que me ha conocido viene el momento más delicado: ¿Por qué yo y no otro? Para esto debo conocer sus gustos y sus preferencias y lanzar mi mensaje de forma que no le quede la más mínima duda de que soy la solución perfecta: conmigo su vida será más feliz, más divertida, más fácil… si llego a convencerle de que esto es cierto (que lo es, véase el punto de la competencia), habré ganado un cliente y tendré a mi lado una persona más que es feliz gracias a lo que yo hago. Es el momento del equilibrio perfecto: me rodeo de gente feliz y me transmiten su felicidad. Debo conseguir mantener esta situación durante todo el tiempo que sea posible.
Así que eso no es todo, pues ahora me toca mimarle aún más para que siga conmigo. En este punto la relación es una especie de simbiosis, pues mientras yo le siga ofreciendo productos que hagan su vida más placentera, él seguirá cerca de mí, así que no puedo apalancarme y decir: “¡Hale! ¡Éste ya está en el bote! ¡A por otro!”, sino que debo seguir anticipándome a sus necesidades, ahora que ya le conozco debo preguntarle si está contento conmigo, qué le gusta y qué no tanto, y hacer cada día todo lo posible para que vea cumplidos y superados sus sueños respecto a mi empresa, incluso antes de que él mismo sepa que los tiene.
Así mis clientes serán más felices. Todo el tiempo.
Y así yo seré más feliz. Todo el tiempo.
¿Lo he entendido?

Mi último día


Si supiera que éste iba a ser mi último día, tengo claro lo que haría: me iría de fiesta…

Trataría de ver a mis amigos, tendría un montón de palabras amables para todo el mundo, bromearía con éste, tomaría churros con aquel, daría un beso a mis nietos, le demostraría a mi hija que la quiero…

Si supiera que éste iba a ser mi último día me gustaría poder estar alegre hasta el final, e intentaría que no se me notara, que luego la gente se pone muy trágica con la cosa de las despedidas…

Procuraría que todo el mundo se diera cuenta de que soy feliz, de que he tenido una vida intensa en la que no he desaprovechado ni uno solo de mis días, de que en cada momento he sido y he hecho a la gente ser feliz.

Me vestiría con cuidado, ¿hoy qué me pongo? Tengo que estar guapa… Intentaría hacer lo de cada día, sólo que un poco más contenta…

Pensándolo bien, yo también me quiero morir mientras me voy a la feria…