miércoles, 22 de septiembre de 2010

Página en blanco


Una página en blanco me espera, y yo sigo aquí… perdiendo el tiempo para no deshacer la madeja de mis pensamientos.

Pensando en ti, decidiendo que no quiero pensar en ti, volviendo a pensar en ti y mandándome callar con un grito que se ahoga en el silencio que no escucha mi voz.

Acordándome de cuando yo no era nosotros, de cuando tú no eras ayer, de cuando el tiempo pasaba y sólo era tiempo que no iba a volver.

Y me obligo a mirar al futuro, y me decido a adentrarme en el terreno desconocido, en las arenas movedizas de un mañana que me espera frágil, transparente, que me desea y me hace suya.

Pero vienen los fantasmas a poblar mis heridas, y se instalan en este camino que llamamos vida para recorrer juntos los recodos del pasado, los rincones olvidados que amanecen en un mañana sin lucha, en un siempre sin amanecer.

No hay batallas que ganar, no hay recuerdos que perder. Tan sólo hay una vida nueva que se alimenta del ayer.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Es tan fácil...



Déjame contarte que se puede ser feliz, que no es tan difícil… basta con no desearlo demasiado.
Es tan simple como asumir que estamos aquí con ese fin y no con otro, y dar por hecho que así ha de ser.
Déjame contarte que la felicidad no consiste en estar dando saltos de alegría cada uno de los días de la semana. Que consiste en sentirse parte del universo y dejarse arrastrar por la vida.
Déjame explicarte que encontramos la felicidad en cada esquina siempre que miremos con ojos que preguntan y no con ojos que juzgan.
Que los ojos que interrogan hacen que nuestra expresión sea más amable, más ingenua. Que los demás nos tratan con más cariño porque sienten que tienen respuesta para algunas de nuestras preguntas.
Que nos dan las respuestas y con ellas la oportunidad de decir una palabra que te envuelve: Gracias.
Déjame contarte lo bien que te sientes después de dar las gracias. Lo sabio que te hace esa simple palabra. Cómo te ayuda a crecer y a leer en los ojos que tienes delante.
Cómo revives por dentro y sonríes por fuera. Cómo cambia la mirada del que te mira porque te mira y te ve, y se mira y se ve.
Déjame contarte que es tan fácil…

jueves, 16 de septiembre de 2010

Diario de una marciana (3ª parte)



Intentando llevar a cabo mi misión lo mejor posible, trato de ponerme en el lugar de los humanos, de sentir como ellos, de pensar como ellos… pero he de reconocer que no lo consigo, o al menos no siempre.

Al principio no parece tan complicado, me meto en su espiral de sentimientos y trato de mantenerme a flote, de establecer un equilibrio, pero esto es algo que no acabo de conseguir, pues una vez que me instalo en él, algo me hace desequilibrarme. Es como si los humanos buscasen siempre el equilibrio en las posiciones más descabelladas, y yo, al tratar de imitarles, como en la foto, acabo invariablemente en el suelo.

Algo tan simple como vivir, en el ser humano llega a ser una verdadera lucha en contra de la vida misma. Lo que debería ser un dejarse fluir, nadar en la corriente de la vida disfrutando del camino, para el ser humano se acaba convirtiendo en un viaje lleno de golpes, choques, arañazos y rasguños emocionales de los que no consiguen salir indemnes.

De hecho, la mayoría de las veces, ni siquiera tratan de curar las cicatrices para que desaparezcan, sino que hurgan en la herida una y otra vez para que no llegue nunca a cerrarse y les recuerde a cada momento el instante en el que se la hicieron, recreando el dolor cada vez que la rozan, o simplemente la miran.

Es como si se hubiesen propuesto ser infelices, y a cada momento, en especial en aquellos en que yo más veo que la vida les sonríe, se entretienen en enumerar una y otra vez todas las cosas que les hacen ser infelices, pero no con el fin de solucionarlas, sino más bien como el que colecciona cromos: para ver cuáles te faltan y sentirse muy orgulloso de tenerlos casi todos.

Esta creo que es una de las muchas cosas que jamás llegaré a comprender de los humanos. De verdad que me esfuerzo, pero es como si hubiese un choque frontal entre mi naturaleza y la suya. Y sé que esto no beneficia en nada a mi misión, pues esa brecha que se abre y que cada vez es más grande, me puede hacer distinguirme de una manera que no me hace pasar precisamente desapercibida, pero de verdad que no lo consigo…

Afortunadamente, casi siempre los humanos están muy ocupados contando y recontando sus heridas, y no me prestan demasiada atención, así que de momento creo que no corro peligro de ser descubierta.

Continuará…

viernes, 10 de septiembre de 2010

Ya está



Un cuerpo sin vida separando dos generaciones. El silencio, un sollozo, un ruego, la esperanza, la negación, una voz…
Mi mente, inoportunamente racional, trata de analizar la diferencia, de hallar un cambio, una señal… Nada. Sólo la certeza, apenas comprendida, de un proceso que ha llegado a su final. Y nada más. Ya está. “Ya está, chicos, ya está…"
No saltan chispas, no se hace la luz, no sientes un soplo gélido al elevarse el alma… nada. Sólo eso: nada.
Y el dolor.
¿Ya está?
“Ya está, chicos, ya está…”
La tristeza se viste de muchos colores: un sollozo descontrolado, una actividad desenfrenada, una compuerta desbordada, una aparente serenidad… Cuatro islas a la deriva tratando de evitarse unas a otras mientras se verifica en ellas el proceso de la comprensión, de la certeza, la tristeza, la soledad…
Y el dolor.
Ya está.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Tus colores



Hoy he vuelto a verte y ha sido como si no hiciese una vida, como si no hubiese un abismo entre el ayer de las risas y el hoy de… y el hoy… de hoy.
Ni una palabra, ni un solo gesto nos ha delatado, la educación ha echado tierra sobre un siglo de vida y hemos hablado de todo, de nada, como siempre…
Pero miro hacia atrás y me pregunto ¿dónde están tus colores? ¿Dónde está la chica del vestido blanco con zapatos rojos? ¿Por qué me parece tan natural tu traje oscuro? ¿Qué fue de aquel sombrero?
Y pienso que la vida no sólo nos envejece: también nos hace más cautos, aprendemos a caminar y a guardar secretos, a temblar debajo de una manta para que no se note que tenemos miedo. Aprendemos a desconfiar en defensa propia, a salvarnos de la indiscreción, a cautivar sin dejarnos atrapar, a preferir la soledad de nuestro interior, la que no engaña.
Aprendemos a hablar de todo y de nada, a abrir un abismo entre las risas de hoy y la ilusión de mañana.
Entre los miedos de ayer y el mañana que falta.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Olvidarte



Olvidarte es lo peor que me podría pasar…
Sería una pena, porque realmente me caías bien. Eras divertido, alegre, simpático… la compañía perfecta casi en cualquier momento.
Casi.
Porque ahora no estás, y éste es un buen momento.
Y me estoy olvidando de ti.