jueves, 16 de septiembre de 2010

Diario de una marciana (3ª parte)



Intentando llevar a cabo mi misión lo mejor posible, trato de ponerme en el lugar de los humanos, de sentir como ellos, de pensar como ellos… pero he de reconocer que no lo consigo, o al menos no siempre.

Al principio no parece tan complicado, me meto en su espiral de sentimientos y trato de mantenerme a flote, de establecer un equilibrio, pero esto es algo que no acabo de conseguir, pues una vez que me instalo en él, algo me hace desequilibrarme. Es como si los humanos buscasen siempre el equilibrio en las posiciones más descabelladas, y yo, al tratar de imitarles, como en la foto, acabo invariablemente en el suelo.

Algo tan simple como vivir, en el ser humano llega a ser una verdadera lucha en contra de la vida misma. Lo que debería ser un dejarse fluir, nadar en la corriente de la vida disfrutando del camino, para el ser humano se acaba convirtiendo en un viaje lleno de golpes, choques, arañazos y rasguños emocionales de los que no consiguen salir indemnes.

De hecho, la mayoría de las veces, ni siquiera tratan de curar las cicatrices para que desaparezcan, sino que hurgan en la herida una y otra vez para que no llegue nunca a cerrarse y les recuerde a cada momento el instante en el que se la hicieron, recreando el dolor cada vez que la rozan, o simplemente la miran.

Es como si se hubiesen propuesto ser infelices, y a cada momento, en especial en aquellos en que yo más veo que la vida les sonríe, se entretienen en enumerar una y otra vez todas las cosas que les hacen ser infelices, pero no con el fin de solucionarlas, sino más bien como el que colecciona cromos: para ver cuáles te faltan y sentirse muy orgulloso de tenerlos casi todos.

Esta creo que es una de las muchas cosas que jamás llegaré a comprender de los humanos. De verdad que me esfuerzo, pero es como si hubiese un choque frontal entre mi naturaleza y la suya. Y sé que esto no beneficia en nada a mi misión, pues esa brecha que se abre y que cada vez es más grande, me puede hacer distinguirme de una manera que no me hace pasar precisamente desapercibida, pero de verdad que no lo consigo…

Afortunadamente, casi siempre los humanos están muy ocupados contando y recontando sus heridas, y no me prestan demasiada atención, así que de momento creo que no corro peligro de ser descubierta.

Continuará…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola marciana, me has recordado a Eduardo Mendoza (uno de mis escritores favoritos, por otra parte).
Yo también me siento muchas veces marciana, perdiendo el equilibrio, y me he preguntado muchas veces por qué nos empeñamos en ser infelices queriendo siempre algo más y distinto de lo que tenemos, mirando y sintiendo que es justo aquello que no tenemos lo que nos hará felices, esperando siempre ese algo más que aparecerá y será "eso", el secreto de la felicidad. Pero "eso" no existe, o al menos no está fuera esperando, sino en su caso dentro, pero es muy difícil mirar dentro y asumir que esto que tenemos es lo que hay, que no hay nada más y con ello hay que vivir.
Bss
Teresa

yrn dijo...

Sí, creo que en parte me identifico un poco con el amigo de Gurb jeje...
Si los humanos se miraran de verdad verían que son felices, pero eso ocurre muy pocas veces, ellos prefieren mirar siempre a otros...
Gracias por leerme ;-)