miércoles, 20 de enero de 2010

Ya basta por hoy


Con estas palabras doy por finalizada mi jornada cerebral. Cierro la ventana a mis preocupaciones. Dejo abierta una ranura para que entre aire fresco y echo a volar.

Mozart me ayuda.

Esta vez las lágrimas salen solas, no hace falta disimular, nadie me ve, nadie me mira, me dejo llevar.

No estoy triste, no estoy alegre. Me atrevería a afirmar que ni siquiera estoy.

Vuelo por entre las sombras, me instalo en mis pensamientos, se desvanece el mundo, me vuelvo nube y echo a llorar en un cielo azul, transparente de emociones, eterno y leve.

La música me habla de mundos perdidos, de viajes lejanos, de abismos, de futuro, de paz… me envuelve, me hipnotiza, me deshago, vuelo alto, dejo de pensar.

Pasan horas, días, semanas. Un instante más cerca de hoy que de ayer me llama y me dice “ven, sígueme…”

Y encuentro abismos de ternura, que no sé lo que son, pero saben a gloria entre tanta tempestad.

Y encuentro amaneceres de días que no serán, anocheceres que no tendrían que haber sido, mañanas que no llegarán, ilusiones que se van.

Y encuentro días perdidos en un rincón, tardes de ilusión, veranos al sol…

Y encuentro llaves que abren todos los corazones menos el tuyo, puertas que cierran todos los hogares menos el mío, lámparas que iluminan la tempestad.

Y me veo por dentro, y me da miedo, y no quiero mirar.

Y confundo el amor y el deseo. Y te quiero.

Y puede que no sepa lo que quiero, pero sé lo que no quiero.

Y no quiero dejarme de ilusionar.


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