viernes, 21 de noviembre de 2008

Un cuento



Tenía las flores más bonitas de toda la ciudad.


Una pequeña pincelada multicolor en una calle gris era su mundo, y en él fabricaba sonrisas, sueños, reconciliaciones, felicitaciones… Todo el que pasaba le dedicaba una sonrisa a su pequeño universo, y de esas sonrisas ella se alimentaba, transformándolas en los ramos más bonitos que se hayan visto nunca.


Entre sus manos las pequeñas flores cobraban vida y se hacían portadoras de palabras, de besos, de caricias, de ilusiones, de mensajes directos al corazón.


Mas un día descubrió que estaba triste. Ella, que era causante de tantas alegrías, no podía evitar que de vez en cuando una lágrima traicionera le anunciara que algo no iba del todo bien. Y este descubrimiento la llenó de sorpresa, pues era inexplicable.


Trató de descubrir el motivo de su tristeza, pero fue en vano: todo parecía marchar perfectamente. Si miraba a su alrededor todo estaba en orden, y por más que rebuscase en su interior, tampoco lograba encontrar el motivo de sus lágrimas.


Sólo a él se le ocurrió que a una florista también le gusta recibir flores…




2 comentarios:

cocokitchen dijo...

A veces son necesarias unas cuantas lágrimas para mantener erguidas las flores.
un beso

yrn dijo...

Seguro que tienes razón, pero yo no me acostumbro... pienso que se mantienen mejor con risas jejeje...

Un beso, guapísima!